martes, 26 de febrero de 2013

Joder y otros quehaceres

¡Joder! ¡Joder! ¡Y joder, y joder!
¿Qué diablos te pasa?
Que qué me pasa, me preguntas que qué me pasa. Es complicado.
Explícate.
Estoy perdido, literal y metafóricamente hablando. No sé dónde estoy, ni si quiera en que día estamos, ¿eso es normal? Yo creo que no. Voy a la deriva, me escuecen los ojos y me duelen los hombros. Cada paso que doy sigue una dirección y sentido aleatorio, sin ningún orden o sin que yo mismo pueda mandar sobre ellos. Ahora mismo te haría sudar de mil maneras diferentes; de miedo, terror puro; te follaría hasta dejarte inconsciente; te abrazaría hasta que murieras de calor. Me duele el estómago, la cabeza me va a estallar. Tengo la sensación de que esto, esta mierda, no es la verdadera realidad. Y eso me confunde. Me tiemblan las manos y son incapaz de mantener los ojos abiertos; me pesan los párpados.

El muchacho cerró los ojos y se echó el pelo hacia atrás, varias veces, de forma casi compulsiva. Mientras, Lorraine, le observaba paciente.

Sabes lo único que me consuela.
Qué.
Jamás haría daño a un animal; no soy un puto psicópata.
¿Y?
—Tú eres la parte lógica. Y yo las pasiones desatadas. Por eso me consuela saber que nunca haré daño a nadie, aunque lo desee con toda mi alma, porque no haría daño a un animal.

Lorraine suspiró. Cruzó las piernas y la tela de su vestido azul claro se movió al mismo tiempo.


—Esto va para largo.