Aquí sobran las palabras. Y la ropa.
Pero aún así.
[…]
En la cúspide del orgasmo te diré que te odio, que follas
fatal, que para mí, tu vida es insignificante. Tú me mirarás con esos ojos tan
grandes y arrogantes, desconcertado, y yo me reiré como una niña pequeña,
divertida y pícara, para por fin, decirte que era una broma, que era mentira,
que había sido el mejor polvo de mi vida y que lo repitiéramos hasta caer,
literalmente, muertos.
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